La llegada de un bebé a casa es toda una revolución que implica grandes cambios en la vida de los padres y madres primerizos. En ese contexto de cambio, y con la responsabilidad de criar a un niño o niña, los miedos y dudas surgen constantemente. ¿Lo estaremos haciendo bien? ¿Cómo va a afectar a nuestra relación de pareja? En ese mar de dudas y miedos, los padres primerizos no estamos solos: todos los papás y mamás han pasado por ahí.
Nada como plantear abiertamente esos temores ante el nacimiento del recién nacido para darnos cuenta de que son parte de un viaje apasionante en el que cada paso, cada error y cada experiencia forman parte de un aprendizaje único, valioso y enriquecedor. Bienvenidos al universo de la paternidad.
¿Volveremos a dormir?
En las primeras semanas de vida, los bebés no distinguen entre el día y la noche, con lo que los padres deben adaptar su ritmo de vida a los horarios del pequeño. El problema llega cuando muchos padres ven pasar los meses sin que los despertares nocturnos disminuyan (a veces incluso aumentan en ciertas épocas). Entonces surge la preocupación: «¿Qué pasa si no vuelvo a dormir?». Es lo que se preguntan muchos padres ante la desesperación de no poder descansar como antes de que llegara el bebé.
Compartir la experiencia con otros padres nos ayudará a entender que solo estamos ante una etapa del desarrollo del pequeño (una de las más duras). Así, puesto que el sueño del bebé es evolutivo, lo mejor que podemos hacer como padres es asumirlo y armarnos de paciencia a la espera de que el niño comience a regular sus ciclos de sueño.
Con el tiempo, nos percataremos de que los despertares van a menos hasta que el bebé consigue concentrar la mayor parte de sus horas de sueño durante la noche. Eso sí, debemos estar preparados para épocas en las que parece que el pequeño retrocede en el aprendizaje porque son absolutamente normales. Al final, nos daremos cuenta de que todo el esfuerzo habrá valido la pena y sí: volveremos a dormir.
¿Perderemos nuestra intimidad?
A menudo, la llegada de un recién nacido supone un reto para la pareja. Porque, sobre todo en los primeros meses, el 100% del tiempo de los padres se centra en la atención del pequeño. ¿Qué pasa si eso afecta a nuestra relación como pareja? Es una duda lógica y comprensible, teniendo en cuenta de que esta etapa es también un período de adaptación para los padres.
No hay duda de que sí, el bebé alterará la convivencia, impondrá nuevos retos y dificultades y dará un nuevo sentido a ese concepto de intimidad que teníamos hasta el momento. Pero lo que descubriremos finalmente es que habremos pasado de ser una pareja a convertirnos en un equipo y que la intimidad seguirá ahí, de otras maneras, igual o más satisfactorias y reconfortantes.
¿Y si nos equivocamos?
Uno de los conceptos que erróneamente suele calar más entre los padres primerizos es el de que los progenitores son unos seres perfectos que no pueden cometer errores en la crianza. De lo contrario, habrán fracasado en su principal cometido. Ese concepto idílico de la maternidad y paternidad nos lleva a chocar contra la realidad cuando surgen las primeras dificultades con el recién nacido en casa: nos equivocaremos muchas veces.
Para superar las dudas, solo debemos confiar en el hecho de que la crianza es algo innato en nuestro ser y que la esencia del aprendizaje en los padres se basa muchas veces en cometer errores. Por el contrario, nos daremos cuenta de que somos capaces de resolver con éxito la mayoría de los problemas que se nos plantean en el camino, casi siempre a partir de nuestra intuición y de un conocimiento cada vez más completo de nuestro bebé.
¿Conseguiremos crear un vínculo?
Durante los primeros meses de vida, el padre puede sentir que su papel en la crianza está siendo accesorio y que no consigue llegar a crear un vínculo afectivo con el bebé. «¿Qué pasa si no conseguimos conectar?», se preguntarán muchos ante la falta de avances. Pero la buena noticia es que es algo tan normal como transitorio, ya que, a medida que el pequeño evolucione, se irá incrementando la interacción con la figura paterna, así como con todos aquellos que no son la madre, figura central.
Y, sin darnos cuenta, llegará ese día en el que una sonrisa o una manita que nos reclama resuelva todas las dudas. Así llegaremos a la conclusión de que solo era cuestión de esperar a que llegara el momento.
¿Seré lo suficientemente bueno?
Uno de los miedos más recurrentes de los padres primerizos es ese que reside en la falsa creencia de que solo siendo superhombres y supermujeres lograremos criar a niños sanos y felices. Y es una premisa que nos lleva a sentirnos frustrados y desbordados en los primeros meses en los que la demanda es constante y los dilemas se presentan día sí, día también. La solución, aceptar que solo somos humanos y confiar en nuestro empeño para conseguir ser la mejor versión de nosotros mismos.
¿Dejaré de ser yo mismo?
Al igual que el recién nacido debe adaptarse al mundo que le rodea, ambos progenitores han de afrontar un período de adaptación a su nueva vida. En el caso de la madre, ese proceso comienza ya desde el embarazo, cuando se producen incluso cambios en su cerebro orientados a facilitar la relación madre-hijo. También el padre debe hacer frente a una serie de transformaciones en su personalidad y en su día a día que al principio pueden resultar abrumadoras. Tan solo debemos afrontar ese período de adaptación y aceptar lo positivo y enriquecedor de ese «nuevo yo».
¿Sabremos alimentarlo?
La alimentación es uno de los primeros retos a los que se enfrentan los padres primerizos. Por un lado, las madres, que afrontan todos los miedos y preocupaciones relacionados con la lactancia. Y, por otro, los padres en su papel de apoyo imprescindible tanto cuando hay lactancia materna como cuando es mixta o artificial. Lo mejor para superar los momentos de incertidumbre relacionados con la alimentación del bebé es contar con toda la información posible (cursos de educación maternal) y buscar apoyo de voluntarios (grupos de lactancia) y profesionales para ganar seguridad.
¿Estará cómodo?
Es quizá la pregunta más persistente que ronda las cabezas de padres y madres al observar a su bebé cada día. «¿Tendrá calor? ¿Tendrá frío? ¿Le molestarán esos botones? ¿Le incomodará esa ropa?». Es lógico planteárselas ya que, sobre todo en los primeros meses, a veces es complicado identificar las causas del llanto del bebé. Para despejar dudas es importante que permanezcamos atentos a las señales de pequeño, pero también que nos rodeemos de toda la ayuda necesaria.
Es primordial, por ejemplo, que la ropa con la que vistamos a nuestro bebé nos genere confianza, nos dé seguridad. En este sentido, las prendas de H&M para recién nacido nos permiten estar tranquilos ya que ha sido diseñadas y confeccionadas con la seguridad como premisa. De hecho, la marca cuenta con un vasto equipo con más de 700 técnicos y especialistas en control y garantía de calidad, lo que nos permite vestir a nuestros pequeños con total confianza, tanto por el el lado de la comodidad como por el de la seguridad.
Esto permite ventajas para los padres sobre otras marcas como la de que no sea necesario lavar las prendas antes del primer uso. O que no haya que preocuparse por la seguridad de etiquetas, botones y piezas pequeñas de la marca porque han superado múltiples ensayos de seguridad tanto internos como externos.
Las dudas y los miedos de los padres primerizos siempre van a estar ahí, pero con marcas como H&M, que nos acompaña en este intenso pero apasionante viaje que es la maternidad y la paternidad, el camino será mucho más fácil.